En una pequeña localidad de la montaña leonesa, Busdongo de
Arbas, cerca del Alto de Pajares, nacería en 1936 uno de los empresarios
españoles con mayor trayectoria y posicionamiento a nivel internacional. ¡Quién lo diría! Nadie podría predecir
la suerte del neonato en aquella época, era sin duda un mal año para nacer. Los
padres de Amancio, Antonio y Josefina, él ferroviario y ella ama de casa de las
de antes, fueron trasladándose, de hogar en hogar a merced de los destinos de
trabajo del marido. Primero a Guipúzkoa, y unos años después a Galicia, tierra
que acogerá ya a Amancio para la posteridad.
Será en la tierra norteña, en La Coruña, donde comenzaría la
andadura textil del joven Amancio. Pronto haría sus pinitos como empresario,
con la compañía Confecciones GOA S.A., que fabricaba albornoces. Cuesta
imaginar a un Amancio convertido en un chicuelo inexperto y emocionado al abrir
su primera empresa “de moda”. Varios años después, en 1975, la marca por
excelencia de Inditex, Zara, abriría su primera tienda en la calle Juan Flórez
de La Coruña. Es un guiño de la historia
quizá, que el mismo año que la democracia comenzaba a asomar en la política
española, se fundaba a la vez una marca que vendría a democratizar la moda en
nuestro país.
Y el gigante fue creciendo, puede que instigado por el
egoísmo y perfeccionismo que quienes conocieron personalmente a Amancio Ortega
suelen señalar como señas fundamentales de su carácter. El gigante fue
creciendo. Fue creciendo. Hasta transformarse en la primera empresa textil del
mundo, con más de 7000 tiendas esparcidas por las calles más transitadas de los
cinco continentes. ¡Quién lo diría!
Pero pese a su gran éxito profesional, Amancio nunca fue
amante de las cámaras ni los focos. Permaneció toda su vida en una especie de anonimato conocido por todos, y ese fue
quizá el segundo gran éxito de su vida. Como si las montañas leonesas le
hubieran insuflado al nacer esa discreción que caracteriza a las gentes del
norte, Amancio Ortega murió igual que vivió: alejado de los medios y en un
ambiente familiar. Quizá, dicen algunos, su gran trayectoria desbordó su
personalidad mesurada. O quizá las múltiples críticas que recibió en vida, le
dieran la sensación de ser persona non grata para la sociedad.
Pero sea como fuere, debemos rendirle homenaje. A él debemos,
al menos, la ropa que llevamos puesta. ¡Quién lo diría!
Este es un obituario ficticio realizado como práctica para la asignatura de Periodismo especializado en Ciencia y Cultura.
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