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El blog de Paloma Álvarez Rodríguez

miércoles, 10 de diciembre de 2014

POR QUÉ LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE SÓLO SE MANTUVO EN ASTURIAS: LA SITUACIÓN DE LOS MINEROS EN 1934

Éste es un fragmento de mi trabajo de investigación acerca de la Revolución de Octubre de 1934, que sólo se consolidó en la región asturiana. Una de las causas: la situación de los mineros en Asturias. Indaguemos un poco en la historia de la minería asturiana, ahora que el tema está candente de nuevo.


3.2.         LA SITUACIÓN DE LOS OBREROS – MINEROS

Otro de los factores probablemente claves para comprender la fuerza revolucionaria en Asturias, es la situación de los obreros asturianos, que llevaban años luchando contra unas condiciones de trabajo pésimas y arriesgando su vida día a día. En este apartado me propongo resumir la situación precaria del proletariado minero, según la lectura de David Ruiz.

Hasta 1900, no existen estadísticas de la población obrera de Asturias, por lo que resulta dificultoso dar unas cifras totalmente fiables sobre ésta cuestión, tal y como nos dice David Ruiz, pero aún así se estima que un porcentaje bastante no muy alto de la población asturiana trabajaba en las minas durante el siglo XIX.
Hasta bien avanzado el siglo XIX e incluso principios de XX, el trabajador asturiano que predominaba era el minero a tiempo parcial, que combinaba su trabajo con las tareas agrícolas, de las que vivían prácticamente el grueso de la población en Asturias.

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Fue a partir de 1890, aproximadamente, cuando se registró un aumento en el número de trabajadores no sólo en la minería sino también en la metalurgia.  Para esas fechas ya había llegado el momento de la recuperación parcial del capital extranjero, del desarrollo de la industria nacional al amparo del proteccionismo económico instaurado por el régimen de Cánovas, de la concentración de empresas y, finalmente, de la integración económica que demandaba una mano de obra dócil, laboriosa y fija, con el fin de evitar el riesgo que suponía el absentismo motivado por las clemencias del tiempo o por la premura de las faenas agrícolas, en las épocas de siembra y recolección. A partir de entonces, es cuando puede situarse la presencia del “obrero-proletario”, que presiona sobre los salarios, es sostenido por ellos y que, en un porcentaje muy difícil de precisar, no es autóctono sino emigrante de Galicia y Castilla la Vieja. (El movimiento obrero en Asturias, David Ruiz)
Entre 1913 y 1920, se registra un crecimiento del 126.3 por ciento en el número de mineros-obreros. Es en esta fecha cuando llegan a la región una cifra muy alta de gallegos y castellanos, en busca de trabajo en las cuencas mineras, a causa del cese de la importación de los carbones británicos durante la primera guerra mundial.
Pero, en 1921, comienza a decaer la demanda de mano de obra y empiezan  también los despidos masivos, acompañados del retorno de los emigrantes a sus lugares de origen. Además, pese a que desde el segundo tercio del siglo XIX, la producción de las cuencas mineras asturianas ocupase un lugar preferente; la infraestructura económica deficiente obligaba a los patronos a pedir constantemente privilegios al gobierno central.
Además, el utillaje moderno no había calado en la minería asturiana al igual que en otros países, por lo que el trabajo requerido a los obreros era doblemente duro.
Esto, sumado a la abundante mano de obra y a la avaricia sin límites de los patronos, hacía que la situación del proletariado asturiano fuera insoportable. “El obrero no anda seis kilómetros para ir al trabajo ni deja su casa y tierra, o la de sus padres, para ganar 1.50 pesetas al día, con lo cual apenas puede comer; ¿Cómo ha de alimentarse y vestirse un hombre con esa cantidad si no dispone de otros recursos?” (F. Gascue)En cuanto a los salarios que recibían diariamente estos mineros, no consta ningún dato fiable hasta el segundo decenio del siglo XX. Pero, en el año 1931, cada obrero-minero asturiano cobraba un promedio de 12 ptas., según la Estadística Minera y Metalúrgica de España de 1935. La jornada laboral solía ser de diez horas en las minas y once en la metalurgia, y frecuentemente a destajo, ya que ni los salarios más altos permitían cubrir las necesidades más indispensables para las familias. Era habitual por este mismo motivo, el trabajo de mujeres y niños, sobre todo cuando no existían ingresos de labores agrícolas.
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Es por esto, que desde los inicios del siglo XX, la población obrera de Asturias toma conciencia y participa en revueltas como las de Gijón, La Felguera o Mieres en 1901, 1903 y 1906. En 1910, había sido fundado por Manuel Llaneza el Sindicato Minero (SOMA) que alcanza en dos años los 12.000 afiliados, y que promovía huelgas y conflictos con los patronos para conseguir mejoras para en sus condiciones de trabajo y de vida.
Y las cosas no hicieron más que empeorar con el gobierno de Lerroux: desde 1933, el paro se incrementó en todo el país desorbitadamente. En 1934,  el número de parados en España pasó la cota de los 700.000, 400.000 de ellos del sector agrario. El coste de la vida, por su parte, se elevó en el invierno de 1933 a 1934.
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De esta forma se comprende por qué los mineros y el proletariado en general de Asturias acudieron de forma tan contundente a luchar contra el gobierno  de Lerroux.


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